“Cuando
servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús”
Santa
Rosa de Lima, patrona de Las Américas
Foto: Haydee
Douglas Villegas
Este domingo 30 de agosto, se celebra
la Fiesta de Santa Rosa de Lima, patrona de Las Américas, Indias y Filipinas. En
nuestra Diócesis la parroquia Santa Rosa de Lima en La Sorpresa, celebro a su protectora
con varias actividades las cuales incluyeron novena, peregrinación por las
instituciones del sector, actividades deportivas, proyección de película,
karaoke, boleros y para concluir este domingo cerraran con la Santa Misa presidida por
el Obispo Monseñor Saúl Figueroa a las 5:00 de la tarde.
Peregrinación de la imagen de Santa Rosa de Lima por el C.I.C.P.C.
Santa Rosa de Lima nació en
Perú en 1586. Su nombre era Isabel, pero recibió el nombre de Rosa de una mujer
india que se quedó admirada de su belleza. Más adelante, durante su
confirmación, el entonces Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo,
también le impuso ese único nombre. Rosa hizo voto de virginidad por diez años
y luego ingresó a la tercera orden de Santo Domingo, imitando a Santa Catalina
de Siena, a quien tomó como modelo. Ella solía decir: “Cuando servimos a los
pobres y a los enfermos, servimos a Jesús”.
Su amor a Dios era tan
ardiente que su tono de voz cambiaba y su rostro se encendía cuando hablaba de
Él, lo que reflejaba el sentimiento que embargaba su alma. Lo mismo sucedía al
estar en presencia del Santísimo Sacramento y en la comunión. El modo de vida y
las prácticas ascéticas de Santa Rosa de Lima sólo convienen a almas llamadas a
una vocación muy particular. Lo más admirable en Santa Rosa fue su gran
espíritu de santidad heroica, porque todos los santos ya sea en el mundo, el
desierto o en el claustro, poseen el rasgo común de haber tratado de vivir para
Dios en cada instante. Quien tiene la intención pura de cumplir en todo la
voluntad de Dios, podrá servirle con plenitud en todo lo que haga.
Murió el 24 de agosto de
1617 a los 31 años, fiesta de San Bartolomé, como ella misma lo profetizó. Antes
de ser canonizada, ya había sido proclamada, de manera excepcional, patrona del
Perú (1669), del Nuevo Mundo y de Filipinas (1670). El Papa Clemente X la
canonizó en 1671. Fue la primera Santa de América luego de producirse la
primera Evangelización del continente americano. Hoy sus restos se veneran en
la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima (Santo Domingo) con una gran
devoción del pueblo peruano y de América. En Lima se levantó un Santuario en su
honor.
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