Solemnidad de la Santísima Trinidad
Domingo
31 de mayo
El
dogma de la Trinidad
“La Trinidad” es el término empleado para
designar la doctrina central de la religión cristiana: la verdad de que en la
unidad de la Divinidad, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu
Santo, que son verdaderamente distintas una de la otra.
De este modo, en palabras
del Credo de Atanasio: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu
Santo es Dios, y, sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo". En esta
Trinidad de Personas, el Hijo es engendrado del Padre por una generación
eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el
Hijo. Sin embargo, y a pesar de esta diferencia en cuanto al origen, las
Personas son co-eternas y co-iguales: todos semejantes no creados y
omnipotentes. Esto, enseña la Iglesia, es la revelación respecto a la
naturaleza de Dios que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra a
entregarle al mundo, y la que la Iglesia propone al hombre como el fundamento
de todo su sistema dogmático.
En la Escritura, aún no hay
ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean designadas juntas. La
palabra trias (de la cual su traducción latina es trinitas) fue primeramente
encontrada en Teófilo de Antioquía (c. 180 d.C.). El habla de "la Trinidad
de Dios (el Padre), el Verbo y su Sabiduría ("Ad. Autol.", II, 15,
P.G. VI, 78). El término, por supuesto, pudo haber sido usado antes de su
tiempo. Más tarde aparece en su forma en latín de trinitas en Tertuliano
("De pud". C. XXI). En el siglo siguiente la palabra fue de uso
general. Se encuentra en muchos pasajes de Orígenes ("In Ps. XVII",
15). El primer credo en el cual aparece es en el del discípulo de Orígenes, San
Gregorio Taumaturgo. En su Ekthesis tes pisteos compuesta entre los años 260
and 270, escribe:
“Por lo tanto, no hay nada
creado, nada sujeto a otro en la Trinidad; ni tampoco hay nada que haya sido
añadido como si alguna vez no hubiese existido, sino que ingresó luego. Por lo
tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu, y esta
misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre.” (P.G., X, 986).
Es evidente que un dogma tan
misterioso presupone una revelación Divina. Cuando el hecho de la revelación,
entendido en su sentido pleno como el discurso de Dios al hombre, ya no es aceptado,
el rechazo a la doctrina le sigue como consecuencia necesaria. Por esta razón
no tiene lugar en el protestantismo liberal de hoy día. Los escritores de esta
escuela sostienen que la doctrina de la Trinidad, según profesada por la
Iglesia, no aparece en el Nuevo Testamento, sino que fue formulada por primera
vez en el siglo II, y que recibió su aprobación final en el siglo IV, como
resultado de las controversias arrianas y macedonias.
En vista de esta
afirmación es necesario considerar con algún detalle la evidencia ofrecida por
las Sagradas Escrituras. Recientemente se han hecho algunos intentos por
aplicar las teorías más extremas de la religión comparada a la doctrina de la
Trinidad, y por explicarla mediante una ley imaginaria de la naturaleza que urge
a los hombres a agrupar los objetos de su culto en grupos de tres. Parece
innecesario dar más de una referencia a estas opiniones extravagantes, que los
pensadores serios de cada escuela rechazan como carentes de fundamento.
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