viernes, 6 de febrero de 2015

Jornada Mundial del Enfermo 2015


Nuestra Diócesis se prepara para celebrar, este miércoles 11 de febrero, en el Santuario Diocesano Santo Cristo de la Salud de Borburata, la "Jornada Mundial del Enfermo" por intersección de Nuestra Señora de Lourdes, Eucaristía a las 10:00 de la mañana presidida por nuestro Obispo Monseñor Saul Figueroa Albornoz, concelebrada por el Clero Diocesano. Tal como lo recuerda el Papa Francisco en su mensaje para esta Jornada, esta celebración fue instituida por San Juan Pablo II y es una invitación a centrar la mirada en los enfermos y en aquellos que dan su vida y tiempo para ayudarlos.

Acude con Fe y Devoción, ademas es uno de los lugares previsto por nuestro Obispo Saul Figueroa  para lucrar la indulgencia plenaria tal y como lo manifiesta en su EXHORTACIÓN PASTORAL:"...durante este Año TODOS LOS FIELES arrepentidos, que se hayan confesado y comulgado sacramentalmente y recen por las intenciones del Sumo Pontífice, podrán lucrar la indulgencia plenaria de la pena temporal de sus propios pecados y también como sufragio por las almas de los fieles difuntos... y en la visita piadosa, incluyendo las condiciones anteriores, el rezo de la Liturgia de las Horas o dedicar un período de tiempo para meditar con piedad, concluyendo con el Padrenuestro, la Profesión de fe e invocaciones a la bienaventurada Virgen María".

 Oración: 
Señor Jesucristo, que para redimir a los hombres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana, mira con piedad a (se dice el nombre), que está enfermo y necesita ser curado en el cuerpo y en el espíritu.

Reconfórtalo con tu poder para que levante su ánimo y pueda superar todos sus males; y, ya que has querido asociarlo a tu Pasión redentora, haz que confíe en la eficacia del dolor para la salvación del mundo.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
A continuacion:

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2015
Sapientia cordis.
«Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies»
(Jb 29,15)
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a ustedes que llevan el peso de la enfermedad y de diferentes modos están unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a ustedes, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.
1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos  que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.
3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve» (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.
4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay con frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicieron» (Mt 25,40).
Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).
5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).
También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.
Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de diciembre de 2014
Memorial de San Francisco Javier
FRANCISCUS

lunes, 2 de febrero de 2015

EXHORTACIÓN PASTORAL DE MONS. SAUL FIGUEROA EN OCASIÓN DEL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA

“ALEGRAOS”
EXHORTACIÓN PASTORAL CON OCASIÓN DE LA CELEBRACIÓN DEL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA EN LA DIÓCESIS DE PUERTO CABELLO

A los Sacerdotes, Consagrados y Consagradas y Fieles Laicos:
1.- El Santo Padre Francisco ha convocado el  Año de la Vida Consagrada con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium,  en cuyo  el capítulo sexto trata sobre  los religiosos, así como el Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa y por el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Este Año comenzó el pasado 30 de noviembre,  y terminará con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016.
2.- Los objetivos para este Año son  los mismos que Juan Pablo II propuso   en la Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata: «Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas» (Juan Pablo II V.C.110).

3.- Para nuestra Diócesis, el Año de  la Vida Consagrada  no es un   elemento ajeno  a  nuestro plan diocesano de pastoral,  al contrario,  es  una oportunidad para el  enriquecimiento y motivación del mismo. Tengamos presente su objetivo general: REALIZAR UNA INTENSA ACCION PASTORAL QUE PERMITA A CADA UNO DE LOS HABITANTES DE PUERTO CABELLO,   CONOCER LOS DONES DEL SEÑOR  PARA CONSEGUIR  UNA DIÓCESIS  MAS UNIDA A CRISTO,TOMANDO EN CUENTA  PARTICULARMENTE  LAS  PRIORIDADES DE LA PRIMACÍA DE LA GRACIA, LA MISIÓN, LA  PASTORAL VOCACIÓNAL, LA COMUNIÓN DE BIENES Y LA SOLIDARIDAD, VISTAS DESDE LAS DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN, LA ESPIRITUALIDAD Y la  COMUNIÓN.

4.- En lo que atañe a la Primacía de la gracia,  la Vida consagrada tiene como objetivo primario ser una manera concreta de vivir la santidad. En efecto, los consagrados buscan dar gracias a Dios según sus carismas.  Abrazar el futuro con esperanza, confiados en el Señor, al cual  ofrecen toda su vida. Y vivir el presente con pasión, evangelizando la propia vocación y testimoniando al mundo la belleza del seguimiento de Cristo. La vida consagrada es una manifestación del seguimiento de los consejos evangélicos y un preludio de los bienes futuros. (Cf. Francisco, Carta Apostólica, I 1-3)
Por otra parte,  los consagrados también buscan  vivir la santidad en el contexto de una espiritualidad de comunión. Como decía Juan Pablo II «el gran desafío que tenemos ante nosotros» en este nuevo milenio es  «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión».
La comunión se practica ante todo en las respectivas comunidades del Instituto. Se trata de buscar la acogida y la atención recíproca, de practicar la comunión de bienes materiales y espirituales, la corrección fraterna, el respeto para con los más débiles. Es «la mística de vivir juntos» que hace de nuestra vida «una santa peregrinación». 
Al mismo tiempo, la vida consagrada está llamada a buscar una sincera sinergia entre todas las vocaciones en la Iglesia, comenzando por los presbíteros y los laicos, (Cf. Francisco II 3). También las personas consagradas tienen también un papel significativo dentro de las Iglesias particulares para el desarrollo armonioso de la pastoral diocesana. Los carismas de la vida consagrada pueden contribuir poderosamente a la edificación de la caridad en la Iglesia particular. (Cf. Juan Pablo II, VC 48).

5.- Respecto a la Misión, les exhorto como  dice el Santo Padre, a salir de sí mismos para ir a las periferias existenciales. «Id al mundo entero», fue la última palabra que Jesús dirigió a los suyos, y que sigue dirigiéndonos hoy a todos nosotros (cf. Mc 16,15).  Acompañar a personas que han perdido toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes sin futuro alguno, enfermos y ancianos abandonados, ricos hartos de bienes y con el corazón vacío, hombres y mujeres en busca del sentido de la vida, sedientos de lo divino, (Cf. Exhortación Apostólica II, 4). Por ello les invito con fuerza a participar en la Misión Continental, tomando para sí la evangelización de algunos sectores de nuestras parroquias que están desatendidos.

6.- También espero de ustedes, como  dice el Santo Padre,  gestos de solidaridad. De acogida a los refugiados, de  cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración. Por tanto, espero que se aligeren las estructuras, se reutilicen las grandes casas en favor de obras más acordes a las necesidades actuales de evangelización y de caridad, se adapten las obras a las nuevas necesidades. (Cf. Francisco II, 4). Que bueno sería que se impusieran  este año ayudar a fundar, junto  con los párrocos, las   Caritas parroquiales.

7.- También, siguiendo al santo Padre,  les exhorto a que  este Año  sea un tiempo de Alegría, “Alegraos”. «Donde hay religiosos hay alegría». Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado. Que entre nosotros no se vean caras tristes, personas descontentas e insatisfechas, porque «un seguimiento triste es un triste seguimiento». (Cf. Francisco, II 1).
8.- Por último, por instrucciones del Santo Padre, este  año,  será un año jubilar donde como consagrados gozaremos del beneficio de las INDULGENCIAS. La Iglesia en virtud del poder que le ha conferido Cristo ofrece a todos aquellos que, con las debidas disposiciones, cumplan las prescripciones para lucrarlas (Cf. Penitenciaria Apostólica, decreto “para poder conseguir el don de las Indulgencias con ocasión del Año de la vida consagrada” Roma 23 de noviembre de 2014).
Por tanto, durante este Año TODOS LOS FIELES  arrepentidos, que se hayan confesado y  comulgado sacramentalmente y  recen  por las intenciones del Sumo Pontífice, podrán lucrar la indulgencia plenaria de la pena temporal de sus propios pecados y  también como sufragio por las almas de los fieles difuntos, tal como lo señalamos a continuación:
a)   Cada vez que participen en los encuentros y celebraciones Diocesanas: La Fiesta de la Presentación del Señor, San José, Corpus Christi, Santo Cristo de la Salud, Inicio del Año pastoral y el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
b)   En las fiestas patronales de las Parroquias de  Santa Rosa de Lima y Santa Ana.
c)   En las fiestas de las Comunidades Religiosas, entre otras: San José, San Agustín,   Beata María de San José, Beata Candelaria de San José, Venerable P. Juan León Dehón, Venerable Madre Emilia.
d)   En las visitas piadosas al  Santuario Diocesano Santo Cristo de la Salud de Borburata, la Parroquia Santa Rosa de Lima de la  Sorpresa y  la Parroquia Santa Ana de Morón. Las mismas deben incluir la confesión  y la  comunión sacramental  y el rezo de la Liturgia de las Horas o dedicar un período de tiempo para meditar con piedad, concluyendo con el Padrenuestro, la Profesión de fe e  invocaciones a la bienaventurada Virgen María.
e)   Los miembros de los Institutos de vida consagrada y aquellos fieles laicos, que por enfermedad no puedan visitar los lugares sagrados, antes mencionados,  podrán  lucrar la indulgencia plenaria,  si con total desapego al pecado  y con la  promesa intención de  cumplir, tan pronto como sea posible,  las tres condiciones habituales, efectúen una visita espiritual a dichos lugares santos  y ofrezcan las enfermedades y los sufrimientos de su vida a Dios  a través de la Santísima virgen María.
f)    Se exhorta vivamente a los sacerdotes para que se dispongan a celebrar el sacramento de la Penitencia con buen ánimo y celeridad  y administren con frecuencia la sagrada Comunión a los enfermos.
 9.- Queridos hermanos, les invito a celebrar con intensidad este año de la Vida Consagrada  para que renovemos nuestra propia vida de consagrados por el Bautismo, transitando por las sendas de la santidad y perfección cristiana. Se lo encomendamos  a María, la Virgen. A ella, hija predilecta del Padre, nos dirigimos como modelo incomparable de seguimiento en el amor a Dios y en el servicio al prójimo.


En Puerto Cabello, a los dos días del mes de febrero de dos mil quince.
Mons. Saul Figueroa Albornoz
Obispo de Puerto Cabello