martes, 15 de abril de 2014

HOMILÍA DE MONS SAUL FIGUEROA, PRIMER ENCUENTRO DE LA JUVENTUD PORTEÑA, MARTES SANTO

HOMILÍA DE MONS SAUL FIGUEROA, OBISPO DE PUERTO CABELLO, 
CON OCASIÓN DEL PRIMER ENCUENTRO DE LA JUVENTUD PORTEÑA,  
MARTES SANTO 15 DE ABRIL DE 2014, 
GIMNASIO CUBIERTO MANUEL ANTONIO PEÑALOZA





HPC 30

Con ocasión del año jubilar de la juventud, decretado por nuestra Iglesia, estamos concluyendo este Encuentro jóvenes de  nuestra Diócesis de Puerto Cabello. Les agradezco mucho haber respondido a esta invitación al igual que a los niños y a los adultos que están presentes. Será la Palabra de Dios,  como es costumbre en toda acción litúrgica,  quien guiará este mensaje final.


 El texto bíblico  tomado por nuestros obispos en el Pregón del año Jubilar de la juventud es: “Les escribo jóvenes, porque han vencido al maligno. Les escribo, jóvenes porque son  fuertes” (1 Jn 2,13 -14). San Juan está hablando a una comunidad engañada con falsas doctrinas que negaban la Encarnación del Verbo. Y esto queda superado por el propio testimonio de Juan quien afirma que  ha visto con sus ojos y hasta ha  tocado al Verbo que se ha manifestado (Cf 1Jn 1, 1 – 2).  De allí viene  la fortaleza y confianza que debe tener la  comunidad a la cual se dirige el apóstol. Los creyentes en Cristo, particularmente los jóvenes,   son  fuertes  porque pueden  vencer el mal.  Y esto ocurre porque  Dios nos ha salvado en su hijo, nos ha redimido. En él está  nuestra fortaleza.

Este mismo tema aparece en la primera lectura de  la misa tomada del profeta Isaías. “Eres mi siervo para  restablecer las tribus de Jacob y reunir  a los sobrevivientes de Israel. Te voy a constituir luz de las naciones para que mi salvación llegue hasta los  últimos rincones de la  tierra”.  Nuevamente aparece aquí el tema de la salvación protagonizada por el Siervo de Yahvé, quien en virtud de su sacrificio se constituye en luz para  las naciones.

 Y esto es  lo que dice el Señor al finalizar el relato evangélico: “El hijo del hombre  ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él”. Y nosotros en virtud de la glorificación somos llamados hijitos ya que,  recobramos en Cristo, la  filiación divina.

Y toda esta revelación ocurre en la última cena,  en un encuentro,  en un banquete,  en la institución de la  eucaristía: Durante la Cena, antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin”. También nosotros estamos en un encuentro similar donde estamos recibiendo la salvación a través de gestos,  predicación, confesión y sobre todo la Eucaristía.

Por ello jóvenes hoy es un día de gozo.  No nos quedamos solo con el dolor y la tristeza del    sufrimiento de Cristo, propio del  martes santo, sino que  vamos más allá.  Vamos hasta el triunfo dado por la glorificaron de Cristo en la pascua, que también es nuestra pascua. Por  eso  es que somos efectivamente fuertes. Aun   sigue resonando el mensaje que el Santo Padre Juan Pabló II  lanzara a los jóvenes de Venezuela en su primera venida: “Jóvenes, abrid las puertas de vuestro corazón a Cristo! Él nunca defrauda. Ante el miedo al futuro, al compromiso, al fracaso,  Él es la roca firme. Frente a doctrinas falaces y destructivas del ser humano, Él es la luz que viene de lo alto. Ante la tentación de los ídolos del poder, del dinero y del placer, Él nos hace libres.

 Sin embargo,  aunque todo lo anterior es cierto; es decir que somos fuertes en el Señor, muchos estamos dominados por  el maligno, que  nos desequilibra y desajusta. Y esto es lo que hay en el trasfondo de la traición de Judas y de San Pedro al Señor, relatado  en el relato  evangélico de hoy. En efecto, oigamos nuevamente las tristes palabras del evangelio donde se nos relata la traición a Jesús: Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar. Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.  Uno de ellos,   el discípulo al que Jesús amaba, le preguntó:   de nosotros, ¿quién? Jesús le respondió: Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato. Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: haz pronto lo que tienes que hacer.  Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche”.

Y no menos cierta es la traición de san Pedro quien le habría prometido fidelidad eterna. Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás.  Pedro le preguntó: "Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti".  Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".

Por tanto, queridos jóvenes si bien es cierto que contamos con la  salvación del Señor, con su redención que nos da fuerza,  esperanza y seguridad, no menos cierto,  es que también está presente el pecado, que se manifiesta en la traición a Jesús por parte de  Judas o Pedro. Como ellos,  también nosotros somos los que traicionamos hoy  a Jesús. El santo padre Francisco, nos sorprendió el Domingo de Ramos en la jornada mundial de la juventud con una  homilía sobre este texto. Dijo el santo Padre:
“Hemos escuchado la Pasión del Señor. Nos hará bien preguntarnos ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo ante mi Señor?  ¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre? Hemos oído muchos nombres: tantos nombres.
El grupo de líderes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley que había decidido matarlo. Estaban esperando la oportunidad de apresarlo ¿Soy yo como uno de ellos? Incluso hemos oído otro nombre: Judas. 30 monedas. ¿Yo soy como Judas? Hemos escuchado otros nombres: los discípulos que no entendían nada, que se quedaron dormidos mientras el Señor sufría.
¿Mi vida está dormida? ¿O soy como los discípulos, que no entendían lo que era traicionar a Jesús? ¿O como aquel otro discípulo que quería resolver todo con la espada: soy yo como ellos? ¿Yo soy como Judas, que finge amar y besa Maestro para entregarlo, para traicionarlo? ¿Soy yo, un traidor? ¿Soy como aquellos líderes religiosos que tienen prisa en organizar un tribunal y buscan falsos testigos? ¿Soy yo como ellos?
Queridos jóvenes  sería bueno preguntarnos hoy aquí, ¿cual es mi actitud ante lo que me propone el Señor? ¿Voy a seguir traicionándolo? Porque efectivamente lo traicionamos  cuando no somos buenos hijos, cuando no somos buenos  hermanos, cuando somos una zozobra para nuestra familia, cuando no estudio, cuando me jubilo de clases, cuando no hago ningún esfuerzo para superarme, cuando pierdo el tiempo, cuando caigo en vicios y en corrupción, cuando me dejo llevar por  el materialismo, cuando me dejo llevar por una sexualidad mal entendida, fuera del matrimonio, cuando me dejo llevar por las drogas, cuando fomento el odio y la división en mi grupo, cuando fomento la violencia y no la paz.


Por tanto, es hora de cambiar si hemos  traicionado al  Señor. Pero  no nos  deprimamos, busquémoslo,  el estará siempre esperándonos. Tendrá la misma actitud que tuvo ante el joven rico: ”lo miro a la cara con amor”. O bien como el Padre que esperaba  a su hijo menor  todos los días al borde del camino, Cuando lo vio llegar lo salió a buscar y no le recrimino nada. Dios no se cansa de perdonar. Al contemplar el crucifijo en estos días estos, piensa que Dios te ama y te perdona a pasar de todo el mal que hayas hecho. Búscalo. No pierdas esta oportunidad nuevamente. Que La Sanísima  Virgen y su esposo San José intercedan por todos nosotros.


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